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El Control de Fusiones en el Perú (II)

En los últimos meses, el debate en torno a la implementación del control de fusiones en el Perú se ha activado. Aunque no sea de un agrado generalizado, es muy positivo que existan mesas de debate sobre el particular.



En dos entradas anteriores, explicamos el estado de la cuestión de la posible implementación del control de fusiones en el Perú hasta inicios de este año, así como los principales argumentos teóricos a favor y en contra de la referida regulación (básicamente, el riesgo unilateral y el riesgo de coordinación). En esta entrada me propongo tratar algunos argumentos que muchos de mis colegas vienen sosteniendo a favor de la implementación del control de fusiones y adquisiciones en el Perú.



Quienes sostienen este argumento consideran que una fusión podría otorgar a una empresa una posición dominante en el mercado. La posición en el mercado de una empresa se mide básicamente por su cuota mercado, niveles de concentración, barreras a la entrada, etc. Por ejemplo, una fusión de dos empresas que tienen el 30% de cuota de mercado, podría resultar en una empresa con el 60% de cuota de mercado. Como supera el 40%, el cual es un estándar para considerar cuando se tiene posición de dominio en el mercado según distintas agencias de competencia, entonces se considera que dicha fusión puede afectar a los consumidores.


Esta argumento parte de una premisa incorrecta: la posición de dominio en el mercado o la concentración de mercado es mala para los consumidores y la política de competencia debe evitarla a toda costa. ¿Por qué ? Porque según esta visión, la política de competencia debe procurar que el mercado real se asemeje lo más posible a un modelo ideal de mercado en competencia perfecta, cuyo uno de sus presupuestos irreales fundamentales es que exista una infinidad de productores y consumidores, con cuotas de mercado insignificantes. Es decir, cero niveles de concentración. Sin embargo, como la posición de dominio implica que una empresa tiene una alta cuota de mercado, entonces ello hace que se aleje del mercado en competencia perfecta y, por ende, debe perseguirse a dichas empresas.


Esta visión estructuralista de la competencia [1] fue descartada hace alrededor de 40-50 años. En efecto, hoy en día, ya se ha demostrado que la competencia no depende de que no hayan empresas con posición de dominio en el mercado. Ello, porque la posición de dominio no es otra cosa que el resultado mismo del proceso competitivo. Es a lo que apuntan las empresas cuando salen al mercado. Su mayor o menor éxito en lograrlo dependerá de cuán eficientes fueron atendiendo a los consumidores. Es decir, si hay empresas con posición de dominio, es porque han venido compitiendo con regular éxito y la única manera de mantener dicha posición es que lo siga haciendo así. Sino pregúntenles a Blockbuster, Toys R Us o Nokia, qué pasó con su posición de dominio.


Quizá, a usted lector, le parecerá osado leer cómo alguien puede sostener que un mercado con pocas empresas puede ser competitivo. Con ánimo de no explayarme demasiado, quiero traer a colación un artículo de Juan Ramón Rallo denominado "Dos conceptos de competencia: los taxis contra Microsoft". En este trabajo, que sugiero lo revisen en detalle, Juan Ramón nos demuestra que la competencia no depende del mayor o menor número de agentes en el mercado. Hay mercados con pocos agentes que son muy competitivos, en la medida que los consumidores están siendo bien atendidos, mientras que en otros, por más que haya una infinidad de agentes, el consumidor no es bien atendido.


En ese contexto, entonces, ¿de qué depende la competencia? Depende de que haya facilidad de entrada o salida en el mercado. Es decir, depende de que no existan barreras a la entrada. Un ejemplo claro fue el sector de telecomunicaciones. Gracias a un monopolio legal (barrera legal), en el Perú, por muchos años no pudimos gozar de un mercado en competencia. Hoy en día, a pesar de las trabas de los reguladores, tenemos empresas que compiten sanamente tratando darnos servicios más completos. Por eso, el papel del Indecopi eliminando las trabas en el mercado es vital para el proceso competitivo.


Dicho esto, entonces, prevenir posiciones dominantes en el mercado no puede ser la justificación para la implementación del control de fusiones y adquisiciones en el Perú. Si ello fuera así, de plano estamos equivocados pues se frenará el proceso competitivo.


Y si prevenir, no la posición de dominio en sí, sino el abuso de posición de dominio es el objetivo, entonces estamos ante un proyecto de ley redundante porque para ello, ya tenemos el Decreto Legislativo No. 1034, Ley de Represión de Conductas Anticompetitivas, el cual proscribe precisamente el abuso de posición de dominio.



Este es otro de los argumentos más empleados. Y es que, como ejemplo de ello, nos han repetido una y otra vez el caso de AB InBev y Backus e, incluso, el de Coca Cola e Inca Kola, como si el consumidor peruano no pudiera tomar otra cosa.


Sobre el particular, se argumenta que las empresas, dado que está prohibido concertar precios y de manera aislada no lo pueden hacer, buscan mediante una fusión subir precios o restringir la producción (sea en calidad o cantidad).


En primer lugar, es importante señalar que esta visión desconoce cuál es la función del sistema de precios. Los precios en el mercado indican cuándo en determinado momento y lugar hay escasez de bienes o servicios o cuando hay sobreoferta. Si la cerveza sube de precio es porque hay escasez, y si baja es porque hay una sobreoferta. Ello, independientemente de si es una o cinco empresas que ofertan el bien. Si el precio sube y se mantiene de manera sostenida, es como una señal para que los empresarios inviertan en dicho mercado, dado que hay consumidores que no están siendo atendidos (principalmente quienes no estarían pagando ese precio alto). Si el precio baja, es una señal que indica que no es un mercado rentable y hay que dedicar factores productivos en otro más rentable.


Si, como resultado de una fusión, una empresa subiese un precio, ello será una señal en el mercado. Ello no es malo ni bueno, simplemente una señal. Por ejemplo, si Blockbuster, empresa señalada por la agencia de competencia norteamericana como dominante en el mercado, tuvo determinado precio del alquiler de cintas (carísimo en su momento), ello fue una señal para que otras plataformas salieran al mercado a ofrecer alternativas al consumidor más baratas. Gracias a esos precios altos, hoy en día tenemos una oferta más atractiva de alquiler de películas.


Además, si los precios altos fueran un problema, porque claro, ¿quién no quiere precios bajos?, la solución más directa sería un control de precios. Sin embargo, ya sabemos las consecuencias de regular de los precios en el mercado.


Por ende, no es posible sustentar la implementación del control de fusiones por un posible incremento de precios porque como hemos explicado, ello no es una consecuencia negativa o positiva.


Sin perjuicio de ello, es imposible saber hoy qué pasará con los precios en el mercado mañana. Peor aún, qué pasará con los precios en un mercado donde se han fusionado dos empresas. No existe herramienta económica que pueda brindarnos esa información. No porque aún no se haya perfeccionado, sino porque los precios varían por una infinidad de factores, los cuales incluso al día de hoy no se conocen. Por lo tanto, no tendría sentido sujetar a control determinada fusión sobre la base de una especulación.


A mayor abundamiento, detrás de este argumento también está la errada idea de que el consumidor solo toma decisiones en función al precio. En efecto, no se considera que las empresas casi nunca compiten por precio sino por otros factores. Ejemplos de ello son los mercados de telefonía celular, servicios hoteleros, vehículos, etc. Hay muchas empresas que se sostienen con precios altos porque el consumidor los paga, debido a que reciben otro tipo de beneficios.


Finalmente, es importante tener en cuenta que en realidad, las empresas con más cuota de mercado, aquellas que serían perseguidas por el control de fusiones y adquisiciones, son las que más bienes en masa y a menor costo producen. Ciertamente, pensemos en aquellos mercados "monopolizados". Backus, por ejemplo, tiene una de las ofertas más baratas comparados con otras bebidas alcohólicas. Por su parte, Gloria, tiene los productos más baratos en su mercado. Es decir, no es tan claro y ni existe evidencia contundente, que las empresas que obtienen una cuota de mercado alta, producto o no de una fusión, suben los precios o restringen la producción en desmedro del consumidor. Si fuera el caso, Backus vendería menos. No obstante, no es el caso.


En mi humilde opinión, este es uno de los argumentos más pobres. Que muchos países, incluso los más desarrollados, tengan implementada determinada política no hace que la misma sea buena. Una política económica es buena si es que la teoría económica que la respalda es adecuada..


Efectivamente, en muchos de estos países, incluso los más desarrollados, existen controles de precios, subsidios económicos, etc., y no por eso estas políticas son buenas. De hecho, ya la teoría económica y su posterior puesta en práctica ha demostrado lo equivocadas que estaban esas políticas y por eso, hoy en día, su aplicación es bastante residual.


Implícitamente, detrás de este argumento está la idea de que el control de fusiones y adquisiciones ha permitido precisamente que estos países lleguen a ser desarrollados. Lo cierto es que no existe evidencia de ello y, de hecho, tengo mis dudas que sea así. Quienes fundamentan la implementación de un control de fusiones y adquisiciones en la necesidad de copiar a otros países, deben fundamentar cómo dicha política ha sido un factor para el crecimiento económico en esos países y, más importante aún, como sería de importante para nuestro país.


Implementar políticas por simplemente copiar o aceptar condiciones de terceros sería un craso error.


* * *

En mi opinión, las mesas de debate sobre el particular deben complementarse, además de la presencia de expertos en políticas de competencia, con expertos en fusiones y adquisiciones. Estoy seguro que algo pueden aportar.


El debate sigue abierto. Quienes tienen la pelota en su cancha, ya saben por dónde ir.



 

[1] Se le conoce como visión estructuralista porque básicamente sostiene que la competencia de un mercado está dada por su estructura. Mientras esté estructurada por una infinidad de agentes, será más










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